Fernando Rodríguez, primer finalista en La Siembra del Cuatro 2025, aspira
a continuar con la enseñanza del instrumento en las nuevas generaciones
Echó a llorar cuando anunciaron en tarima al primer finalista de La Siembra del Cuatro 2025. Sus compañeros concursantes lo abrazaban. Era un acto de entrega hacia el instrumento y de amor por la música tradicional venezolana. La emoción de esos muchachos era tan grande que llegaba al público y traspasaba las paredes del Centro de Arte La Estancia, lugar donde se llevó a cabo el evento.
Ese día, Fernando Rodríguez cumplió uno de sus sueños y era alcanzar esta responsabilidad tan grande, como el mismo lo considera, y es el hecho de ganar una contienda de esta magnitud. Se trata del concurso más relevante del instrumento venezolano por su carácter nacional, por el tiempo que lleva (veintiún años), porque está dirigido a las actuales generaciones y porque de él
han salido figuras internacionales -algunos con Grammy Latino- como los son los integrantes del C4Trío, Miguel Siso, Carlos Capacho, entre otros participantes que han llevado el cuatro a niveles insospechados.
Veinticuatro aspirantes se midieron en la competencia. Cada uno mostró sus habilidades. La gran mayoría fueron hombres, como ha sucedido en ediciones pasadas. Esta vez, Andrea Vicentelli y Samantha Rodríguez se encargaron de la representación femenina. Por otra parte, Jhosttyn Colmenares y Félix Crudele se adueñaron del segundo y tercer puestos, respectivamente. Un público alegre copó el espacio del Centro de Arte, disfrutando de los competidores, las agrupaciones invitadas, y las exhibiciones de cuatros y bandolas elaborados por luthiers de diferentes regiones del país.
Un hogar musical
Fernando Antonio Rodríguez Rangel nació el 3 de enero de 1992 en Los Teques, estado Miranda. Es licenciado en Contaduría Pública en la Universidad Católica Andrés Bello, con sede en esta misma localidad, y técnico medio en Administración Financiera. Como a los diecisiete años empezó a ir a Caracas a estudiar en el Conservatorio José Ángel Lamas.
A Fernando le gusta hablar bastante y, especialmente, describir anécdotas con esa sonrisa que tiene como tatuada. Pareciera que se está hablando con alguien muy conocido o cercano. Así que la conversación transcurre en un ambiente lleno de calidez humana. El joven accedió a dar más detalles sobre su carrera para este espacio.
¿Vienes de una familia con gusto por la música?
Mi papá es amante de la música -Francisco Rodríguez-, mi mamá no tanto -Irma Rangel-; mi papá en profesor de castellano y mi mamá de inglés. Me llevaban a conciertos, recuerdo. Tengo dos hermanos mayores, Francisco Andrés Rodríguez, flautista; y mi hermana Nathaly Rodríguez, violinista. Y ellos siempre me llevaban a verlos tocar en la Orquesta Sinfónica del estado Miranda. Siempre estuvo eso de verlos tocar música académica, y mi hermano le gusta la música venezolana, sobre todo, los ensambles. Entonces, por ahí empieza todo. Recuerdo que su alarma para despertarse era música del Gurrufío, El Cuarteto y yo me levantaba con esa música y me llamaba la atención, porque sin redes sociales y sin tanto bombardeo, yo escuchaba lo que sonaba en la radio y la música con la que mi hermano se despertaba.

¿Tu padre fue una influencia notable?
Sí, mi papá también tiene muchos discos de acetato con Henry Rubio y la Filarmónica de Londres, Alí Primera, o estos discos famosos del Sello León. Yo escuchaba a los cuatristas de antaño, a Jacinto Pérez, a Hernán Gamboa, que tocan maravillosamente bien y, a veces, retrocedo y los oigo. En esas maneras de tocar hay mucha sabiduría y mucho corazón del cuatro solista de aquella época de Fredy Reyna y otros músicos. Tomás Montilla es uno de mis grandes
referentes. Cuando mi hermano empezó a oír y visitar a Tomás, me trajo un disco de él y dije: ¿por qué ese cuatro suena así? Suena distinto y mi hermano me dice: que esa es la afinación aguda de Fredy Reyna. Entonces, yo intenté cambiar la cuerda, la Re, Fa, Si. Cambiaba una cuerda por la otra, para tocarla en agudo pero para experimentar. Siempre es la curiosidad, pero la cuerda se reventaba, ¡pa, pa! No tenía la cuerda indicada y desconocimiento también de cómo afinarla correctamente. Pero me encantaba cómo sonaba y yo siempre he querido tocar cosas de Tomás Montilla.
Nombraste a El Cuarteto.
Bueno, con El Cuarteto descubro a Raúl Estévez, a Miguel Delgado Estévez, Telésforo Naranjo, a Toñito, grandes maestros con quienes he tenido la oportunidad de conocer y compartir con ellos. Y cuando escucho al Ensamble Gurrufío fue porque un día ellos fueron a tocar a Los Teques, yo tendría unos dieciséis o diecisiete años. Allí los vi en vivo por primera vez, y quien me atendió en ese momento fue David Peña, el Zancudo, y me dijo: anota el número de Cheo
para que te inscribas en La Siembra del Cuatro.
¿Siempre fue el cuatro el primer instrumento en llamarte la atención?
Sí, porque mi hermano toca flauta y mi hermana el violín, y yo veía eso tan complicado -risas-; entonces, había un cuatro guindado en la casa y como iban muchos amigos a tocar, ensayar, entre ellos Rafael “el Pollo” Brito, porque tenían un grupo que se llamaba 3+1, donde estaba Nerva Eliett, fagotista, un clarinetista, no recuerdo el nombre, mi hermano en la flauta y el Pollo en el cuatro, y yo veía aquella cosa tan impresionante, ver al Pollo tocar. Yo tenía como ocho o nueve
años y para mí, el Pollo es un dios del cuatro, es un antes y un después. Luego, entró al grupo, como suplente, Javier Arvelo, a quien mi hermano le dice que me dé clases. Ya era otra escuela,
una escuela de arpegios, punteos; entonces, con Javier conozco a Gustavo Figarella, en Los Teques, con quien comienzo a leer música por primera vez, a entrar en la academia del cuatro, a leer cifrados para el cuatro, como si fuese para un piano pero hecho para el cuatro. Me empiezo a enfrentar con eso como entre catorce o quince años, y ya yo sabía que quería ser cuatrista, a pesar de que estudié Contaduría, pero mi camino siempre fue el cuatro.
Los tentáculos del cuatrista
Con apenas treinta y tres años, el joven músico ha participado en numerosos proyectos, fundados por él o bien como invitado; ha ofrecido recitales, ha estado de gira, ha estudiado con profesores particulares y en conservatorios. Realmente se mantiene muy activo dentro de la música, asunto que no es fácil para todo creador y más cuando no se vive en la ciudad capital, porque implica viajar constantemente.
Has pertenecido a grupos.
¡Claro! A los diecisiete años fundé Solo Ensamble, en Los Teques, con amigos: Daniel Ochoa Ford -viene de una familia musical-, es multiinstrumentista y un gran docente; Luis Carlos Gutiérrez en el violín -hijo de Iris Figueroa, de los Vasallos de Venezuela-, Erick Gutiérrez en las maracas, y Mario García Capodicasa, contrabajista de Alexis Cárdenas, y ya vive en España. Grabamos tres discos y fuimos a un festival. Hoy día, tengo a Cinéticos con un bajista, arreglista
y orquestador, Martín Figueroa, junto con Erick Gutiérrez. Hacemos fusión afrovenezolana urbana.
¿Están en Los Teques?
No. Hacemos vida musical aquí en Caracas, estamos en vísperas de tener nuestro primer disco y tenemos un video con el cantante de Afro Criollo. Y también tengo el dúo Alquimia, con Ángel Fernández, es docente y músico. Es un dúo donde exponemos el cuatro con afinación aguda y tradicional, hicimos una gira por Estados Unidos a finales del año pasado. Organizamos unas clases maestras para hijos de venezolanos con estadounidenses y que no quieren perder su cultura.

Has acompañado a muchos artistas.
Bueno, a Ana Cecilia Loyo.
Ana Cecilia dice que eres su cuatrista.
Es que yo soy su cuatrista -risas- desde que me vio tocar en 2013, en mi segunda Siembra del Cuatro.
Los colores del joropo venezolano
La edición número veintiuno de La Siembra se caracterizó por tener como motivo central cualquier tipo de joropo menos el llanero. Fue una de las solicitudes a los participantes. Y eso tenía una razón que ya Fernando Rodríguez va a explicar.
¿Cuántas veces has participado?
Tres veces, una en 2011 en Valencia; segunda en 2013, en el Teresa Carreño, con un tema propio. Siempre he tenido esa convicción de participar con temas propios. Y doce años después, 2025, vuelvo a participar y tengo la fortuna de ser la cara del primer lugar. Ahora me toca a mí llevar la responsabilidad del primer lugar.
Y vuelves a participar con un golpe de tu autoría: Un sanantoñero.
Así es, un golpe mirandino.
Tienes un repertorio, ahora, ¿por qué este tema para participar?
Primero, en esta edición era un homenaje al joropo en su diversidad, que no estuviera el joropo llanero. Esa fue una de las peticiones porque siempre La Siembra tiene una temática, el año pasado fue el vals en sus diversas manifestaciones, incluso hubo hasta vals brasileño, que existe. Ángel Colorado tocó un vals brasileño hermoso.
Ángel Colorado, de Mi Juguete es Canción.
Es de Mi Juguete es Canción, yo también formé parte, con Jorge Torres, una gran escuela para mí, y Andrea Paola. Yo formé parte hace muchos años, yo era cuatrista. Esto viene todo de mi primera participación en La Siembra del Cuatro 2013, esa fue mi gran catapulta que me mostró como cuatrista para trabajar con Mi Juguete, Ana Cecilia Loyo, Pepperland.
¿Cómo entras a Mi juguete?
Javier Marín no estaba en el país, Héctor Molina estaba en planes de mudarse a Estados Unidos; entonces, Héctor me deja la responsabilidad para que toque en Pepperland y ya yo estaba en Mi Juguete es Canción, acompañando a niños que ahora son unas superestrellas: la hija de Ángel Ricardo Gómez -Mariana Isabel Gómez-. También fui parte del Coro Infantil Venezuela, del maestro Raúl Cabrera.

Para retomar la pregunta del tema de esta Siembra del Cuatro: todo joropo menos el llanero.
Toda clase de joropo, menos llanero. Entonces, había joropo oriental, sucrense, joropo central en sus distintas versiones: tuyero, guaribe y otros más; pata e’perro, golpes tocuyanos en sus versiones: curaribeño, caroreño y tantos; incluso hay un joropo coloniero, de la Colonia Tovar, jarillero, de El Jarillo; joropo carobobeño, de los Andes. Hay una manifestación del joropo en todas partes de Venezuela. Lo que hace al joropo es su gran compás: un, dos, tres -dice mientras da palmadas-, y el 6/8. El 3/4 y 6/8. Ya empieza la instrumentación, es una característica que hace que cambie el joropo, la manera de charrasquear el cuatro, es otra característica y también la forma musical, por ejemplo, en oriente tienes el vals, que le llaman el pasaje, rápido y después
cambia a estribillo, entonces, tienes golpe con estribillo; en el centro tienes el pasaje mirandino, que tiene lo que se llama la revuelta tuyera, que es una cosa supercompleja porque tiene el pasaje, llamada al yaguazo, el yaguazo, los encierros o empiñonamientos, que es cuando la gente baila; después viene la guabina, la marisela, que es cuando se luce el arpista, luego, la llamada del mono, bueno. Los golpes en Lara y pare de contar. De tal manera que eso era lo que quería mostrar La Siembra del Cuatro, toda la diversidad.

Más allá del joropo llanero.
Sí, más allá del joropo llanero, que también es muy rico, tiene muchísimos golpes, pero es el más tocado y queríamos mostrar como Siembra del Cuatro las diversidades que existen.
¿Por qué elegiste esa pieza en particular para participar?
Sí, porque después de doce años, yo fui finalista de 2013, digamos que no tengo nada que perder, tengo mucho que ganar, que aportar a los jóvenes cuatristas que participaron. Y yo quería volver a participar con un tema propio y un tema de mi tierra. Entonces, le puse Un sanantoñero, en honor a donde vivo ahorita, San Antonio de los Altos. Así que dije, bueno, muestro mis composiciones, porque me encanta componer como cuatrista y algunas letras tengo por allí también, y muestro mi admiración por Fredy Reyna, porque el año pasado, y esto es muy
importante, el maestro Cheo me comenta que no hubo ni un competidor con la prima aguda.
¿Y esto qué significa? Antes hablaste sobre la prima aguda.
Que se está perdiendo la afinación de la prima aguda o no se está haciendo un trabajo para que esa afinación se mantenga. Le dije: maestro, me comprometo que el año que viene yo voy a competir con la afinación aguda, a pesar de ser el vejuco -risas-, tengo treinta y tres años. Y Cheo me dice: ¡dale!, y trata de incentivar a otros participantes. Logré cinco participantes con prima aguda, de los cuales dos pasamos a la final, que fueron Luis Bravo, de Maracay, y yo. Y
espero que muchos jóvenes exploren, tengan la curiosidad por esta afinación.
¿Cuándo compusiste ese tema?
El año pasado. El tema lo toco en parrandas, lo fui acomodando.
Por más mujeres en el cuatro
¿En esta adición con qué te consigues en especial?
Me consigo con tres casos: un muchacho de Anzoátegui, no recuerdo el nombre, debe tener como catorce años; otro de Valencia, Juan Pacheco, quince años, y otro de Maturín con trece años: Gabriel González. Casos excepcionales que tocan con un nivel altísimo. Habrá personas que dicen: bueno, ¿por qué permiten que un niño de trece se enfrente con otros de treinta y tres? Pero es que de eso se trata, de que un niño de trece puede tocar más que una persona de cuarenta años con toda la experiencia del mundo, porque, a la final, puede dominar el cuatro hasta más. Este chico, Juan Pacheco, ya toca como todo un profesional, ya tiene una carrera por delante. Así como Carlos Capacho, ganó con dieciséis años. Entonces, la edad no es una limitante.
¿Ya habían hecho esa observación con la edad?
Hay personas que lo dicen, que sienten que la edad influye, quizás sí, quizás no. Yo me pude haber equivocado en la ronda final y no gano. Porque también es un tema de aplomo, de estar seguro de lo que estás haciendo. Y estos niños tocaron espectacular. Además, todos nos nutrimos, desde el que tiene menos edad hasta el mayor, todos hacemos un feedback de apreciaciones, de ritmos, de todo. Este muchacho, Gabriel González, me dijo: yo me he estudiado tus videos, ¡qué cosa tan hermosa! Al final, es un tema de retroalimentación y de eso se trata.
¿Y qué más te llamó la atención?
Andrea Vicentelli, la dama del cuatro, y Samantha Rodríguez, dos chicas que tocan el cuatro de manera maravillosa. Yo sí siento que tenemos que hacer una Siembra del Cuatro femenino para incentivar a más chicas a participar y se haga un concurso. Qué belleza sería ver a veinticuatro muchachas tocando cuatro.
Pero está bien que en La Siembra como tal se mezclen mujeres y hombres.
Sí, claro, eso está bien, al final, es un tema de inclusión. Y hay más chicas a nivel nacional, sí las hay, pero estoy seguro de que en una Siembra de mujeres muchas más se atreverían.
¿Te imaginaste que podías ganar?
No, porque mi intención en un principio es ver más allá, era mostrar la prima aguda y a incentivar a más jóvenes para que esta vertiente no muera porque si no, le estaríamos faltando el respeto al legado de Fredy Reyna, que fue un gran venezolano; y además, incentivarlos a componer. Mi participación fue un tema de irreverencia -risas-. Fui con la prima aguda y con una composición propia. Y crear una escuela de composición para el cuatro, así como lo hace Edward Ramírez que tiene temas propios, Jorge Glem, Nelson González, Daniel Requena, Isidro Landaeta, así como hacen todos los ganadores y finalistas de La Siembra. Estamos entre todos creando una base de datos con composiciones para el instrumento.
La enseñanza es otra faceta
Fernando Rodríguez tiene varias metas. Ya mencionó la necesidad de preservar la prima aguda del maestro Fredy Reyna y contribuir con ampliar el catálogo de las composiciones para el cuatro. No es sólo una cuestión de números sino de mostrar la creatividad sin límite a la hora de escribir para este instrumento nacional. Y también hay que señalar la parte educativa, su rol como formador.
Tu repertorio abarca distintos géneros venezolanos.
Sí claro, merengue venezolano, joropo llanero, joropo mirandino, me gusta el tema de letras, tengo un bolero, una danza zuliana, me gusta el tema del romance, un calipso.
¿Y los ritmos pocos expuestos como el pata e’perro, por ejemplo?
Sí, eso es algo que tengo que investigar. La idea es componer en esos estilos.
Entre los reconocimientos que les otorgan está un disco. Tengo material para un disco personal. Debo madurar los temas, estudiarlos mucho para esta fotografía musical, componer un poco más en la prima aguda, temas cantados, y un disco dual: la afinación aguda y la tradicional, que eso genere curiosidad en los más jóvenes. Debo mencionar a Juan Carlos Sanz, como ha sido importante para mí en el tema de escoger la prima aguda, porque él creyó mucho en mí, me decía que tocara la prima aguda. Juan Carlos es un gran incentivador del cuatro. Yo gané con la afinación del cuatro tenor.
¿Qué características tiene el cuatro con el que ganaste?
Es un cuatro de Rafael González. Un luthier margariteño, con una caja más grande de lo normal. Es un cuatro de cedro.
¿Y las cuerdas?
Son imitación de tripa hechas por la empresa Aquila, pero con tecnología de caña de azúcar, y crean una imitación de la tripa para generar un sonido parecido el de la época del Renacimiento. Y el premio que escogí, teníamos que escoger tres cuatros: yo escogí el cuatro Aramis modelo Ali Cruces.

¿Por qué ése en específico?
Tiene algo especial, un sistema de microfonía ya instalado, lo cual para mí es muy cómodo. El tema de la amplificación está ganado terreno.
En cuanto a la beca por la Universidad Pedagógica Experimental Libertador, ¿qué vas a estudiar?
Bueno, soy contador público y músico, si existe algo que tenga que ver con la gestión cultural para seguir apoyando, porque ahora estoy en una posición de dar. O algo que tenga que ver con educación especial, porque soy formador integral académico en el Sistema de Orquestas, núcleo San Antonio de los Altos, y hay muchos casos de niños con condición. ¿Cómo hace un profesor sin herramientas adecuadas? Uno lo hace de corazón pero con herramientas, mucho mejor. Estoy
planificando otra vez una gira con Alquimia en Estados Unidos, con Cinéticos también estoy trabajando. Y La Siembra viene para impulsar.
¿Algún sueño?
La música me ha premiado y me ha enseñado que nada es imposible, que puedes tocar con tus héroes de carne y hueso: mi sueño de niño era tocar con Cheo Hurtado, con David Peña, con Aquiles Hernández, con Miguel Delgado Estévez, con Toñito, con C4 compartí tarima y fue de telonero. Pero como invitado de C4 sí sería un sueño, no sé algún día. Hay muchas cosas por hacer con el cuatro. Creo que mostrar el cuatro fuera de Venezuela en contextos que no tengan que ver con el folclor también sería un sueño. Qué sé yo, el cuatro en el country, ¿por qué no?, el cuatro en la música japonesa, ¿por qué no? Existe el cuatro en la orquesta, en el jazz, lo que ha hecho el C4. El cuatro tiene una ventana gigantesca.
¿Qué tiene de especial el cuatro venezolano?
-Risas- El cuatro es un instrumento multifacético: es melódico, es acompañante, es armónico, es un tambor. Dicho por Armando Manzanero a Rafael “el Pollo” Brito: el cuatro es el instrumento más dulce y más potente que he escuchado en mi vida. Para mí lo interesante del cuatro es que tiene esa dualidad. Es dulce y es potente, y el cuatro por eso representa a los venezolanos. Somos dulces, amables y fieros.
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