El Paradiso luminoso de Amantina


El Paradiso luminoso de Amantina

Esta nota salió, primeramente, en El Miope

Luego del primer álbum de indie rock, la segunda entrega del cantautor y músico colombiano Daniel Sorzano sorprende con un giro inesperado hacia vertientes diferentes como bolero, hip hop, reguetón, ritmos afro y otras sonoridades

Por Mercedes Sanz

“Estas ganas no son negociables / poco importa si es poco probable / poco es lo que espero / y pase lo que pase / Me pasó la vida buscando culpables”. Es parte de la letra de “Guilty Pleasure”, del segundo disco de Amantina, Paradiso, presentado en septiembre de 2024 de forma independiente. 

Tres cosas llaman la atención: los ambientes sugestivos y hechizantes que logra cual película. Escenas amorosas o de soledades, heridas, deseos y más situaciones se reflejan en esas melodías, acompañadas de una voz tenue, casi susurrante. Lo segundo es la narrativa, expuesta a manera de rap y que combina literatura con experiencias cotidianas.  Y lo tercero es la diferencia que marca con el trabajo anterior, Vivo, Nasty, de 2022, donde prevalecía más el rock. Pero ahora, hay otro panorama.

Es Daniel Ernesto Sorzano Perri, cantante, compositor, multiinstrumentista y productor colombiano, con veintiséis años cumplidos el pasado 9 de diciembre. Es músico de profesión y escritor por vocación. Sus inquietudes creativas vienen desde niño, cuando residía en Bogotá, su ciudad natal, al lado de sus padres, Mariana Perry, psicóloga y psicoterapeuta, y Emilio Sorzano, médico. El artista vivió un tiempo en Quito, Ecuador, donde empezó su formación musical, incluyendo su primera banda, Les Petit Bâtards, un proyecto notorio en el pop rock alternativo de este país suramericano. Amantina tiene más que decir sobre su labor y su álbum.

¿Por dónde viene el nexo con Quito?

 -Vino por el trabajo de mi padre, que cuando yo era chiquito, consiguió oportunidades laborales. Estaba mejor allá, porque acá el sistema hospitalario estaba muy precarizado. Acababa de salir la Ley 100 con Álvaro Uribe, que complicaba la situación con los médicos. Pero bueno, el punto es que mi padre terminó encontrando un mejor trabajo allá y nos mudamos.

¿Y tu inquietud musical fue un impulso familiar?

-Sí. Mi madre me cuenta que como al año y medio, yo no me acuerdo, ella me metió en unas clases de musicoterapia y me dijo que yo mostré afición por el pandero. Mi madre me fomentó mucho eso por la musicoterapia, mi padre también, pero mi mamá estuvo atenta a esa sensibilidad. Y escuchando mucha música en casa, generé desde temprano ese gusto. Después, como a los cinco o seis años, ellos me compraron mi primer disco y fue uno de Green Day. Yo vi un video de ellos en MTV y eso me cambió la vida y dije: ¡guao! lo que están haciendo, lo quiero para mí. Y al ver a estos manes con guitarras eléctricas, sus corbatas rojas y super rockeros, yo dije: esto me gusta mucho. Eso fue como en 2003 ó 2004. Luego, como a los once o doce años, descubrí el rock en español con Charly, Spinetta, pero sobre todo Cerati me impactó a nivel de escritura. Porque antes me gustaba el metal, y después veo que el rock tiene otras facetas más sensibles, y esos artistas, ¡uy!, me marcaron -risas-.

Hay algo que quisiera que aclararas. Dijiste que desde temprana edad te vas a Quito. ¿Pero estos inicios fueron en Bogotá?

-Sí, fue así. A los seis, me fui a Quito, pero desde los cinco fue este tema de escuchar música y poner atención. Entonces, este descubrimiento fue en Bogotá y después, seguí en Quito. Igual, siempre estuve en contacto con Colombia, donde solía hacer como las vacaciones de diciembre, o algo así. Veníamos a Bogotá un par de semanas a visitar a la familia.

Foto cortesía de Dennis Silva

Retomemos tus inquietudes musicales. Veo que también te vinculas con el rap.

-Claro, también me gustó el rap. Como a los once sentí que empecé a descubrir diferentes vertientes: Cerati, rock en español; Eminem, sobre todo, la escuela gringa del hip hop, pero esto lo integré después, cerca de los quince años. Por otra parte, a mí me gustaba el indie. Yo tuve una banda de indie rock, Les Petit Bâtards, y ese fue mi primer acercamiento a la música profesionalmente. La formé cuando tenía catorce y hasta los diecisiete o dieciocho. Y bueno, así fue como empecé a acercarme al hip hop, pero todavía no lo integraba a mi proceso creativo, a mi discurso, pero me gustaba mucho y no sabía por qué. Y no fue sino cuando comencé a estudiar más en profundidad los géneros urbanos.

 –¿Eminem fue tu primera impresión en el rap?

-Sí, Eminem fue como la primera impresión. Mi hermano es mayor. Cuando él era adolescente, yo era muy chico, y cuando escuchaba cosas, yo echaba ojo o echaba oreja, y eso me pasó con Eminem, básicamente.

¿Abandonas a Les Petit o desintegras el grupo?

-Yo desintegro el grupo. Principalmente porque lo inicié con un amigo, Tomás -Villafuerte-, quien es ecuatoriano. Era el bajista. La banda igual mutó mucho, se transformó, y él y yo fuimos los únicos de la alineación original. Pero en cierta medida también se volvió como un peso muy fuerte porque yo estaba dando la cara por el proyecto, haciendo la música, me estaba encargando de la gestión de la logística y de un montón de roles que no me correspondían. Pero si no los hubiera desempeñado, tampoco el proyecto se hubiese movido.

Entonces, cuando yo me gradúo del colegio, como en 2016, yo tenía diecisiete, y decidí venir a estudiar a Bogotá. Bueno, en ese año estuve meditando la decisión de si continuar el proyecto en Colombia o desintegrarlo para empezar otro. Creo que ganó ésta, en principio, porque el vértigo de iniciar de cero tiene sus pros y sus contras, pero para mí tuvo más pros, porque si bien me daba mucho miedo empezar de cero, ya que Les Petit tenían una base sólida de oyentes y gente que iba a los shows; pero, por otro lado, yo no me sentía alineado con la música que estaba haciendo en ese momento. Ya estaba pensando en la música que me gustaría hacer, y creo que si hay algo que me vincula a mis artistas favoritos, es su capacidad de adaptación y su cualidad camaleónica.

¿Cuáles artistas y en qué sentido?

-Sí, pienso que David Bowie va por allí. Se transformaba en cada disco. Miles Davis también, incluso, Cerati, de quien ya no me considero tan fan. Lo guardo con mucho cariño, así que igual pienso que tenía esa capacidad de transformación. También está Kendrick Lamar. Siento que es una de las cualidades que más admiro y respeto de un artista. Y mis artistas favoritos siempre me han enseñado eso, como a no quedarse en un solo lugar, sea físicamente o creativamente. Creo que esa decisión encontró su raíz en eso: bueno, me voy a quedar en lo cómodo y en que esto ya tiene un recorrido, y que ya me pagan bien por tocar, o lo desintegro y empiezo de cero. Hago esto para que se alinee más con quien soy en este momento y también con lo que creativamente me llena más. Y esa fue la decisión. Hacer la música que me gusta.

Foto cortesía de Dennis Silva

La gestación del personaje

Habla pausado y bajito, como procesando cada palabra, cada oración. Le gusta explayarse en anécdotas y ofrecer detalles. Daniel Sorzano emana tranquilidad, la misma que se siente en sus canciones. Desde que se dio a conocer con la banda ecuatoriana Les Petit Bâtards, llamó la atención; y ahora, en solitario, esa atracción se avivó más.

¿Tu proyecto en solitario comienza en 2018 ó 2019?

 -En 2019 nace oficialmente Amantina con la primera canción: “Sade”, que, de hecho, fue un tema que había compuesto en la época Los Petit, pero siento que fue la primera canción con la que dije: ¡guao!, okey, esto es algo que me gusta, ¿sabes? En esa época eran como los intentos, como los esfuerzos para llegar a algo que me gustara hasta que llegué a “Sade”. Y bueno, luego se disolvió el grupo, y dije: debo comenzar con esto. La canción cambió porque la versión con Los Petit era muy distinta. Así que me gustó el resultado como punto de partida. Ya en 2019 arrancó oficialmente, pero igual siento que tuvo un período de gestación mucho más largo, que era como finales de 2017 y 2018, en los que, tal vez, más que hacer música estaba como nutriéndome, recopilando información, estudiando, escuchando mucha música, aprendiendo, desaprendiendo, probando y, entonces, claro, metafísicamente hablando -risas-, el proyecto se originó cuando terminé con la banda y empiezo como a rumiar en mi cabeza esta nueva propuesta.

¿Y desde el inicio fue con este nombre, Amantina?

-Es una historia linda. Nace a raíz de un cuento que me echa mi viejo, porque mi padre, como te comenté antes, le gusta mucho la música y siempre ha sido muy melómano. También le ha gustado mucho la historia, y le entusiasma mucho hablar -risas-. Entonces, siempre, a mí, a mi hermano y a mi familia, nos echa cuentos, igual datos históricos, no inventados, a manera de anécdotas. Y una de esas anécdotas fue que un día estaba hablando de Chopin, y yo para ese momento ya estaba diciendo: necesito un nombre, algo así como que me caiga un rayo creativo y me lo entregue -risas-, porque ¡no sé cómo carajo ponerme! No quería ponerme Daniel o Daniel Sorzano. Ya por ahí venían unas ansias de desvincularme de mi apellido, no por nada en específico, sino que sentía que en Ecuador era muy conocido por mi apellido, Sorzano. Y tal vez, era un período de la vida que no quería seguir cargando, entonces, me mudé a Bogotá, y me empezaron a decir Perry, el apellido de mi mamá.

Y nada, en medio de todo eso, mi viejo me suelta este cuento que es que Chopin tenía una amante que era escritora, siglo XIX, pero no podía publicar sus textos con su nombre de pila por ser mujer, naturalmente. Y a ella le tocaba utilizar un pseudónimo de hombre que era George Sand. Pero yo dije: ¡guao!, ¿cuál será su nombre de pila? Y me meto a buscar y era Amantine Aurore Lucile Dupin de Dudevant. Y claro, tenía cuatro nombres, pero el que más me gustó sonoramente fue el primero, Amantine. Y dije qué pasa si le doy la vuelta, porque pensaba en Amantín, pero sonaba a Valentín y tampoco me gustaba. Ahí pensé en Amantina, ya que medio suena a alter ego, a una chica que canta y me gustó ese componente andrógino, como que no era masculino o femenino. Me llamó la atención. Tiene una ambigüedad interesante. Entonces, Amantina apareció y, de alguna manera, se vincula a mi padre aunque de forma distinta, no directamente, sino a través de la anécdota.

Como Amantina grabaste primero Vivo, Nasty con influencias de indie rock

-Sí, Vivo, Nasty es el primer álbum y fue un parto largo -risas-. Creo que habla de cosas personales por las que yo estaba pasando, por una serie de procesos bastante fuertes. Puedo entrar en detalles. Es un disco que representa una cosa muy fuerte para mí, porque cuando yo estaba chico, a los catorce años, sufrí un abuso sexual y no lo logré dimensionar sino después. Eso dejó una cicatriz en mí. Es la primera vez que hablo de esto. Y coincidía con que estaba en Nasty, y me fui dando cuenta de lo que había sucedido, como enunciando el impacto que tuvo en mí. Y Vivo, Nasty es una respuesta a eso también. Es un disco tormentoso, dramático, pero es un disco que me ayudó, que me sacó del hueco. Duré desde el año 2020 hasta 2022. Ese disco tardó y me gustó el resultado. Y siento una calma de haber realizado esto. Me ha ayudado mucho.

Ya superada esta etapa, viene el segundo álbum y el proyecto cambia, el sonido es otro. Hay reguetón, trap, bolero, pop y más ritmos.

 –Paradiso, el segundo, empezó como una idea más bien -piensa-. Yo tenía ganas de que fuera el debut del proyecto, pero pasaron cosas, llegó la pandemia, Vivo, Nasty empezó a cobrar vida y le di prioridad a eso. Pero en mi imaginario, Paradiso siempre estuvo muy presente. Igual, nunca como lo pensaba originalmente, de hecho, ninguna de las canciones que tenía gestadas para Paradiso original, entre 2019 y 2020, quedaron en el disco actual. Todas son canciones nuevas. Yo las empecé a componer desde hace un año, año y medio. La creación apareció, fue muy esporádico. La incubación fue corta, a diferencia de Vivo, Nasty. Parte de Paradiso yo lo presenté en la universidad como parte del proyecto de tesis de grado. 

¿Estudiaste música?

 -Sí, estudié música y literatura también, pero sólo me gradué en música ahora en septiembre. En literatura no continué porque se me alargaba mucho el tiempo de estudio. No estudié en conservatorios, sino que soy maestro de música con énfasis en ingeniería de sonido. También tuve profesores que me enseñaron, especialmente de guitarra, que siempre ha sido mi instrumento principal. Luego, me pasé al canto.

Un paraíso cinematográfico

Doce piezas componen la segunda obra de Amantina. Son composiciones originales, de la pluma de su autor, algunas en coautoría, que van abriendo paso a texturas sensoriales que despiertan la imaginación. A veces, hay ambientes misteriosos, densos, amorosos; hay sensualidad, goce, intimismo, deseos y más estados que se construyen a punta de sonidos, letras e interpretación. Cada elemento está en su lugar, dialogando y tejiendo historias distintas, razones por la que el oyente se mantiene atento, entre el disfrute y a la expectativa de cuál será la siguiente narración y con qué estilo aparecerá.

Paradiso atrapa desde la primera canción, “Shori 3”, que sería una suerte de reguetón alternativo, apartado de lo convencional. Y cuesta explicar esta diferenciación, pero si el álbum se compara con los trabajos de otros tantos artistas que dominan la escena de este género urbano, se notará que no es más de lo mismo. Quizás el gancho está en lo que antes se expuso: las atmósferas y coqueteos con otros ritmos como el bolero, la balada, lo afro, y demás. A esto se suman las rimas que mezclan lo cotidiano y lo sentimental de una manera poética, sin caer en asuntos incomprensibles o rebuscados. Y la voz del cantante, que es como si recitara al oído. Sin duda que son la forma y el fondo los que hacen de la propuesta de Amantina algo renovador, refrescante y seductor.

Cada tema es un cuento breve o un videoclip, lleno de sonidos hipnóticos gracias a los sintetizadores, samples, guitarras, bajos y la voz enigmática del cantautor.

Hablabas sobre la sonoridad en este nuevo trabajo

-Es un álbum curioso, con más soltura en el género urbano, en cuanto a la forma de estructurar las letras. Igual, partiendo desde la premisa de que sonara a mi modo. No quería que sonara como un disco de reguetón nada más, sino “alternativizarlo” o algo por el estilo, sobre todo, porque una de las consignas a la hora de hacer el disco fue un poco como darle una inyección de sensibilidad a un género que está desensibilizado como la cultura del rap, del reguetón. En el caso del rap, es una cultura de mucha denuncia y eso es muy chévere, pero al mismo tiempo siento que a esa denuncia le falta sensibilidad, que se deja de lado la ternura o la vulnerabilidad, por ejemplo. Y me parece un arma discursiva no sólo en lo musical, sino en la vida, muy potente. La manera de poder conectar con las personas es a través de la vulnerabilidad porque es lo más real y lo que menos dejamos ver también.

Entonces, siento que en la cultura de lo urbano, que está tan enmascarada y caparazonada, presentar una cosa que de alguna manera muestre lo sensible, me parece relevante en el panorama actual del género. Que creo que no es tampoco moralizar ni decir todo el tiempo que el reguetón habla mal y dice cosas feas, porque soy muy fan y me gusta mucho. Lo estudio un montón. Pero creo que esa desensibilización ha llevado a que todo suene igual y que todos los códigos sean repetitivos, incluso en lo estético. Son la forma de decir las cosas y los códigos de fondo. Entonces, eso me pareció importante a la hora de componer el proyecto, siento que lo fui entendiendo mientras lo iba haciendo.

En las canciones hay juegos de ambientes: intensos, sensuales, nostálgicos. Por eso los reguetones se salen de lo convencional. Aparte de las letras.

 -Qué lindo que mencionas esto. Siento que una de mis apuestas más fuertes fue hacer un disco  urbano, que tuviera que ver con el reguetón, pero que su atmósfera, tanto sonora como lírica, no fuera convencional. Tratar de salir de los lugares comunes de lo sonoro y en términos también semánticos. Más bien, hablar en otros términos y me gusta que lo menciones porque es una de las cosas que me parecen importantes. Entonces, significa mucho. Es un disco que se deja escuchar fácilmente, pero también te permite transitar, de episodio en episodio, por atmósferas diferentes.

Y sí, venía de la mano de tratar de apostar a hacer algo distinto en cuanto a la sonoridad, que sí tenga elementos que remitan al rap, al bolero, que encuentren influencias allí, pero que uno no pueda decir: ¡ah claro!, esto es reguetón, sino que más bien genere esa pregunta: ¿esto es reguetón? Porque estamos acostumbrados a escuchar un tipo de este ritmo urbano que para nada se asocia con Paradiso. Cuando el álbum se fue escuchando en colectivo, la gente me preguntaba si era ese estilo. Ese es uno de los efectos deseados. Gente que me ha escrito: “has hecho que me guste el reguetón”. Me ha encantado la recepción del disco. Creo que viene como de la intención de hacer un disco para personas que fueron como yo fui, o sea, muy prejuiciosos con este tipo de música. Yo lo fui hasta que finalmente me cautivó. Es lindo ver que eso se ha logrado, en mayor o menor medida, porque el género no tiene que ser específicamente como ha sido, sino que se pueden tomar esos recursos y moldearse a la preferencia de cada quien.

¿Cómo llegas a Paradiso desde lo creativo?

-Creo que desemboco en Paradiso creativamente después de haberme enfrentado a este monstruo colosal que fue Vivo, Nasty -risas-. Lo digo en sentido de reto y lo fue porque me costaba mucho hacer, crear, componer, como que no era fácil. Y saliendo de ese parto creativo que fue mi primer álbum, abordé con más soltura enfrentarme a más ritmos que yo había querido explorar, pero que no sabía cómo: que si el hip hop, el dembow, incluso hay cosas de afrobeat, cumbia, bolero. Gano más confianza y me permito explorar.

Y, entonces, sin querer queriendo, llegué a estos resultados, que me gustaron, que es la obra de Paradiso. Como dije, ya quería hacer esos ritmos sin saber cómo. Y creo que logré generar un músculo creativo que me permitió enfrentarme con menos miedo a estos ritmos que ya me llamaban mucho la atención. Todos estos factores encontraron un punto de convergencia y se construyó este universo que es este segundo disco. Aparte, es un trabajo más extenso porque yo hice más canciones, como veinticinco o veintiocho, de las cuales en el disco sólo entraron doce. En este momento, estoy haciendo unos lanzamientos porque el próximo año voy a sacar como una segunda parte, que es Paradison’t, que amplía el registro del cual estoy hablando en Paradiso con todos sus momentos: de rabia, de tristeza, de añoranza, de desprendimiento. Y me parece importante sacarlo ahora para que no pierda su esencia.

Y el sosiego apareció

La producción cuenta con varios invitados como la intérprete Laura Sofía, y junto a ella vocaliza las exquisitas piezas “Fantasía” y “Mambrú”, el rapero Señas Sakyas, con quien compuso y canta Guilty Pleasure. Y hay más repertorio de alto calibre como el neoreguetón “Caminito de economía”; “Socia demoniza” tiene un matiz oscuro y hasta recrea cierto cyberpunk; el bolero “Amuleto”, la más minimalista y acústica, y así cada tema es un microcosmos de Amantina, una aventura, un juego o un pasaje por donde se quiere seguir andando.

 -¿Todos los temas están basados en situaciones reales?

 -Me atrevería a decir que todos sí hablan de una situación real. Pero también me atrevería a decir que como son situaciones que yo atravesé y que están vinculadas a mi perspectiva y a mis vivencias, también son ficcionales, pues. Me di el lujo de exagerar cosas dentro de la misma situación, tal vez, sin faltarle a la esencia de la circunstancia, pero jugando un poco con eso. Siento que eso es lo lindo de la música, la capacidad de usar la realidad como materia prima pero no quedarse con eso.

¿En Vivo, Nasty salieron canciones para Paradiso?

 -No. Paradiso fue completamente nuevo, lo hice de cero.

 –Luego de un período depresivo, ¿Paradiso es la etapa más luminosa?

 -Sí creo que es una etapa, no sé si más luminosa, pero si me atrevería a decir que, tal vez, es un poco más abierta a los diferentes estados. Algo así como de más confianza de este lado frente a lo que parece que son cosas lindas, son cosas fuertes, son cosas feas, son cosas tristes. Pero creo que ya no es un lugar tan pesimista; definitivamente, tiene más optimismo. Puede ser, como tú dices, más luz -risas-. Pienso que todo está más sintonizado con la vida, que eso, de alguna manera, también implica que esté más sintonizado con lo que aparezca, sea bueno o sea malo. Y tratando de recibirlo con los brazos abiertos a ver qué trae eso.

 -¿Todo fue hecho con sintetizadores, no hay guitarras reales?

 -Sí. En este caso, fueron samples, sintetizadores, todo muy digital. Hay un par de guitarras, la de “Shori 3” la grabó Rodrigo Capello -músico ecuatoriano-.

Retazos de vida

Paradiso es una película continua desde el sonido, donde cada tema es una escena diferente. El hilo conductor de todo esto es la vida del mismo autor. Experiencias personales, huellas, sueños, añoranzas, miedos, y varias situaciones suceden a lo largo de ese recorrido discográfico. Amantina no se queda en un solo lugar, tanto en lírica como en ritmos y melodías. Se da el placer de experimentar y disfrutar los resultados. Por eso, clasificar esta placa en rap, reguetón u otro estilo, es innecesario e imposible. Todo se sale de los espacios de comodidad.

 -”Guilty pleasure” es de los platos fuertes del álbum. ¿De dónde tomas el piano clásico de la intro?

-Es una canción que compuse con mi socio creativo, Señas Sakyas -Sebastián Molina-. Logramos escribir y componer juntos un verso él, y otro yo. Y habla de esa situación amorosa como que quisiera que algo suceda, como un ideal, pero existe la posibilidad de que se dé. Es algo platónico. Y a su vez, la resignación linda de que esos vínculos puedan existir, que no todo se tiene que concretar para disfrutarlo. Y el sample del piano es “Budgerigars Fantasy”, de Sven Libaek.

-“Fantasía” es a dúo con Laura Sofía. ¿Cómo llegas a ella? Hay un ambiente denso, pop oscuro

-Sí, a Laura Sofia la conozco por un rodaje de un video de un amigo, Nicolás Medina. Un día me pidió mi casa para un video de ella, yo dije que sí, no la conocía. Compartí con ella, hubo buena onda, sinergia. Y “Fantasía” es la primera canción que hacemos juntos, pero ya hemos hecho varias. Siento que tiene mucho talento, y es lindo conectar con una persona no sólo por su talento, sino por estar sintonizados como en términos vibracionales -risas. Yo hablo a veces con esas expresiones, quizás, como para explicar que hay buena sinergia.

 -“Mambrú” tiene influencias afro

 -Sí, tiene influencias afro. Utilicé un sample de dun dun, que es un tambor africano y un ritmo, acompañado de percusiones más digitales.

 -“Socia demoniza” tiene house, funky. Es bailable.

 -Siento que es el desprendible más rockero, medio funky. Es como un house oscuro, tiene un bajo que suena como guitarra. Es una canción que hicimos entre varios en mi casa, que es donde tengo mi estudio. Nos sentamos Daniel Ocampo, que grabó uno de los sintetizadores, Ricardo Laverde y Carlos Medina -el padre de Nicolás Medina, que me hace los videos-. Él grabó los bajos.

 -“Amuleto” es un bolero más acústico y al final tiene un sample de “Sin ti” de Los Panchos

 -Sí, es como un neobolero, lo digo yo, no sé -risas-, posbolero. En este disco no me gusta hablar de perreo, sino de post perreo, pienso lo mismo con “Amuleto”. Me parecía sensato poner ese sample al final porque sentía que la canción me pedía llegar a un lugar donde yo no podía. En términos de composición, no sabía qué más hacer, cómo terminar. Entonces, me pareció bonito hacerle esta cita a Los Panchos, porque, además, encarna lo que quería decir la canción, como esta ausencia que termina dejando una desesperación. Como que hace mucha falta esa persona. Bueno, creo que “Sin ti “es la ficha que le hacía falta.

 –Hay artistas, como Arca, que hablan de neoperreo o nuevo reguetón.

 -¡Ah, sí! Claro, he escuchado a Arca. Me gusta mucho su propuesta. Me parece muy bacana.

 –En cuanto al reguetón y el trap, ¿hay músicos que te hayan influido?

 -Creo que debo mencionar a un rapero colombiano, Crudo Means Raw, como en la dirección del proyecto; empezó a coquetear con el dembow y me gusta su estilo. Tengo que mencionar a C. Tangana, a Mateo Lewis Raw, que es productor de otros artistas y ha subido música en las plataformas.

 –El ambiente de “Te olvidaste”, de C. Tangana, te retrata mucho.

 -Definitivamente, para mí, C. Tangana es un referente importante. Esa canción, “Te olvidaste”, me encanta. Puede ser mi canción favorita de El madrileño. Me parece fenomenal, y me gusta cómo él juega con la ficción, cómo encarna este personaje, el Madrileño. Su forma de usar la palabra me impresiona mucho; su forma de crear un dialecto, de encontrar este balance entre lo urbano, lo cotidiano, lo prosaico y demás. Tiene un componente poético muy fuerte. Y es un referente en la forma que él encuentra para entregar las letras que construye. Me encanta. Lo he estudiado mucho.

 –En una frase breve, puede ser incluso de algún tema, ¿qué significa Paradiso para ti?

 -Para mí fue como el enfrentamiento a varios duelos, en realidad. Me sirvió como un lugar de recogida emocional para poder plasmar lo que me pasaba en ese momento, Pienso en la imagen de “Mambrú”, por ejemplo, que claro, pues, Mambrú se fue a la guerra, y en el disco pienso que es más una guerra emocional. Siento que es un disco que me dio alivio y que a través de él pude enfrentar muchas cosas. Siento que es algo introspectivo, que me ha ayudado a despojarme de las sombras. Y si hay una frase que pueda resumir el disco es: “tal vez, la sombra no es más que luz por detrás”. Es de “Sabi”, la última canción, que es como un manifiesto frente a dónde me paro en la vida.  

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