Foto: Germán Artigas
Los sueños del monte es el segundo LP del proyecto caraqueño Las Líneas de Nazca, cuyo creador Daniel Baldini ofrece la primera entrevista de su vida a Ladosis
En diciembre de 2024, Daniel Baldini, alias Las Líneas de Nazca, presentó su nuevo disco que guarda una riqueza entre imágenes literarias y de la naturaleza, junto al mundo particular de su autor
Al escribir Las Líneas de Nazca en Google, lo que más sobresale es el famoso monumento, ubicado en Perú, formado por una serie de gigantescos geoglifos de distintas formas. Hasta la actualidad se mantiene el enigma acerca de este hallazgo precolombino, lo que genera la fascinación de los científicos, curiosos y, por supuesto, los artistas.
Ahora, en el mencionado buscador no sale nada que relacione aquella obra con música. ¡Ya va! ¿Y existe algún proyecto que tenga el mismo nombre del patrimonio peruano?
Sí, lo que resulta ser una agradable sorpresa. En Spotify sí sale, y en YouTube hay que especificar los nombres de los álbumes. El rastreo tiene que ser muy puntual. Hay un cantautor que se hace llamar de esa manera, pero es completamente desconocido; quizás, está oculto entre las figuras y trazos indígenas, o se encuentra sumergido en lo más profundo de la montaña ¿peruana?, ¿de qué lugar?
¡Ah!, ¿pero es un venezolano? Otra respuesta afirmativa. El músico es de la ciudad de Caracas. Tiene veinte años de edad, nació el 14 de mayo de 2004 y estudia Administración en la Universidad Monteávila.
Se llama Daniel Baldini y el 1 de diciembre de 2024 bautizó su segundo disco, Sueños del monte (Parte de nuestro listado Los 40 mejores discos latinoamericanos de 2024). Antes, ya había mostrado el EP Laguna (2023) y el primer larga duración: Cenicero (2023).
En esta reciente entrega, el cantante y compositor regala once canciones llenas de simbolismo, misticismo y recursos literarios que moldean su singular universo. Baldini se vale de elementos de la naturaleza para construir metáforas y cuentos que funden la fantasía, la mitología y la realidad.
Seguro que el artista tiene más que decir sobre su trabajo.
“Hoy mi voz empieza a sugerir / un canto / siembra con su aliento un jardín / de llanto / Un adiós / Una vez más / Alas de rocío, el colibrí / se asomó / Anunciando mi huida / se marchó” (“Sol”)
Sueños del monte es una especie de retrato de los momentos poéticos de Daniel Baldini. Hay imágenes recurrentes como la montaña, el sol, el viento y más componentes del medio ambiente, sin caer en posturas ecologistas que en nada se asocian con el propósito del disco.
Si se revisan los trabajos anteriores, se puede notar que la naturaleza también está presente, que es parte de la narrativa del cantautor, es su remanso inspirador.

¿Dónde cursaste el bachillerato?
En la Academia Washington.
¿Cómo descubres la música?
Me vino la pasión por la música cuando empecé a tocar guitarra, como a los trece años, y era como lo básico, me gustaba el rock, pero nunca tenía la urgencia de componer hasta la cuarentena.
Estaba en los últimos años de bachillerato y ahí descubrí el rock latino y Spinetta fue una cosa muy fuerte; entonces, me metí en la canción de autor. Ahí me nació la inquietud de escribir y leer, y también componer como lo hago ahora.
Esos inicios musicales fueron casuales
Bueno, así como llegué a la guitarra, que fue en casa de un amigo, que lo vi tocar y me gustó verlo y me interesó poder hacerlo. Y bueno, al rock latino llegué por casualidad, también porque en esa época no escuchaba casi música en español, tenía como dieciséis años, y quise explorar eso.
¿Estudiaste música de manera formal o autodidacta?
Nunca he tenido estudio formal en el instrumento. Cuando empecé a tocar, estuve tres meses de clases de guitarra. Principalmente, me enseñaron los acordes básicos, temas del folclor de acá. Luego, a los tres meses me salí y seguí por mi cuenta.
¿Dónde te dieron esas clases de guitarra?
Estuve en clases de guitarra en la escuela del Club Ítalo.
¿Y de canto?
Nunca estuve en clases de canto. Eso lo he hecho solo en la medida que he ido componiendo.
¿Fuiste parte de grupos?
Nunca llegué a consolidar un grupo, sí tocaba con amigos, pero nada se concretó como una banda. Y yo siempre, desde la cuarentena, comencé a escribir, aunque lo he tenido para mí, y en 2023 publiqué mi primer álbum. Tuve mi época de metal, funk (risas) y después llegué al folk.
¿Este es tu primer proyecto en solitario?
Así es. Nació en 2022, pero antes llevaba tiempo componiendo y tenía la idea de crearlo.
Un personaje silencioso
“El tiempo se hereda en la sangre / vientos de las vísceras de antes / juegan los niños al sol / sueñan delirios del calor” (“Confesiones de un cadáver”)
Daniel Baldini es de hablar poco. Es introvertido y confesó que esta es su primera entrevista. Su voz se oye al igual que en sus producciones: lejana, como si emergiera de lugares escondidos, debajo de las piedras o de las raíces, detrás de los árboles, y hay que seguirla muy de cerca para escucharla bien y alcanzar cada palabra acompañada de las frágiles notas de la guitarra clásica.
¿Por qué ese nombre: Las Líneas de Nazca?
Bueno, a mí me gusta la historia y no sé por qué, en la cuarentena, tuve como una fijación, una obsesión con eso, que es este lugar, Nazca, donde esta civilización talló unas líneas y no se sabe cómo las hicieron, por qué las hicieron. Y, no sé, me intrigaba, me parecía algo interesante, y sí me pareció un buen nombre para un proyecto.
Es un proyecto acústico. ¿Eres tú solo?
Sí, en principio, soy yo solo con mi guitarra clásica. En vivo me acompaña Orlando Pérez, en el bajo y guitarra eléctrica. Orlando ha tocado en Mil Ataris por Segundo y otros grupos.

Tienes tres producciones: un EP de cinco temas, Laguna; y dos discos, Cenicero y ahora Sueños. En los dos primeros la voz casi no se escucha. ¿Es un problema técnico o fueron grabados así adrede?
Bueno, el volumen de la voz es muy bajo porque no fue tanto una decisión estética intencional, sino más por la vergüenza de escuchar mi propia voz, cantando mis letras -risas- y lo publiqué así.
Los publicaste de esta forma como para que nadie los escuche.
(Risas) Sí, los publiqué como para sacarlos ya y deshacerme de eso, y crear el proyecto. Pero todavía tenía esa vergüenza, ¿Y quién podrá escucharlo y quién podrá juzgarme? No sé, le bajé las voces por eso (risas). Y al final, hay canciones allí que a algunos les gusta y le tengo cariño a eso.
En Sueños del monte el sonido está mejor, porque en este proyecto es importante la narrativa.
Sí, bueno, allí Orlando me ayudó mucho con eso. Lo grabamos con mi computadora, su interfaz; mientras que Cenicero lo grabé con cosas prestadas, en una habitación.
¿Este disco, Sueños, lo grabaste en tu casa?
Lo grabamos en muchos sitios, por falta de presupuesto, en el salón de fiestas de mi edificio, en el salón de fiestas del edificio de Orlando, en la casa de unos amigos. Pero, aunque tuvimos esos problemas de falta de comodidad, igual creo que logramos un buen sonido. Para ese entonces, sólo estábamos Orlando y yo. El bajo también es de Orlando. Y en una canción mi novia recitó un poema.
Correcto, en “Máscara”.
Sí, en ese mismo.
¿Cómo se llama la chica, es cantante?
Ana Ramírez. No, ella es artista, pero dibuja. En ese momento, ella estaba cuando estábamos grabando, y originalmente yo iba a declamar lo que había escrito.
El imaginario simbólico y religioso
“La montaña en ceniza y el sol no duele / dormidos en rodillas y Dios no viene / Una plegaria al mar / al pie de la montaña / una absolución / Daga al corazón” (“Absolución”)
El joven creador no viene de una familia musical con excepción de su abuelo materno, Jesús Rangel, de Ciudad Bolívar, que cantaba boleros cuando joven. Baldini estuvo viviendo un tiempo en Estados Unidos, donde grabó parte de Cenicero. En este país cursó tres semestres de Economía.
El cantautor intenta recordar y responder las preguntas en medio de dudas. La única certeza es que prevalecen el misterio, las interrogantes y los acertijos. Es como si ese mundo inasible se apoderara del juglar caraqueño y lo envolviera en una magia ancestral.
¿Qué más inspira Sueños del monte?
Son una serie de emociones y vivencias que yo sentía, y lo del monte es porque vivimos en un país tropical y siempre estamos en presencia del monte entre comillas (risas). Creo que por eso siempre tiene tanta presencia en las letras de mis canciones. A veces, no me pregunto mucho qué significados tienen mis letras.
Y lo de sueños, son canciones personales, aunque las letras se les pueden dar varios significados. Hablan de mis sueños.
¿Hay alguna relación de ese contenido con los geoglifos?
En este álbum no hice mucha alusión a eso. Hay una canción, “Las Líneas de Nazca”, donde hay una niña que está perdida en una montaña, está como vagando y talla unas líneas. Y yo en la canción digo que está tallando unas Líneas de Nazca sólo para mí. Es la única vez que hice alusión a eso.
¿Y en el resto de las canciones?
El contenido de ese disco no tiene una relación directa con el monumento en sí, pero podría relacionarse con lo enigmático. A lo mejor las letras de las canciones, al ser ambiguas o poéticas, podrían compartir algo de ese misterio de las Líneas.
¿“Canción para un amigo” está dedicada a alguien?
Originalmente sí la escribí para una persona, y al final, terminé identificándome yo mismo con la canción.
“Absolución”.
Esa canción la empecé a escribir como armando piezas. Recuerdo que lo primero que escribí fue el coro que dice: casa, sol, volcán, eso fue lo primero que tenía escrito en la aplicación de notas del celular por demasiado tiempo.
No sé por qué esas tres palabras las quise unir, me conectaron. Y es sobre absolver los pecados, los errores. Aparece la montaña otra vez, la montaña en cenizas. Siempre está la imagen de naturaleza muerta o viva. Sí creo que es sobre absolver las penas.
“Muela” es el único instrumental.
En cada material que saco me gusta agregar algo instrumental. Esta fue bastante espontánea. Un día estábamos grabando, se las mostré a Orlando, le gustó y la quisimos grabar, pero originalmente no era parte del disco. Y el nombre es porque un día le pregunté a mi novia qué nombre le pondría a esta canción, entonces, ella empezó a nombrar palabras y dijo muela y esa fue el que le puse.
“Máscara”, donde participa Ramírez, ¿qué inspiró el tema?
Creo que es una especie de regaño a mí mismo, porque el que miente, en este caso, soy yo. Es un poema visceral, muy personal y me pareció mejor que lo dijera Ana, porque es una carga pesada, y me pareció mejor hacerlo impersonal.
“Las huellas”.
Musicalmente, creo que es la que suena como más oscura de las canciones. Y esta es la penúltima del álbum, y todas las canciones se van poniendo más oscuras a medida que va terminando el disco, y eso me han dicho. No lo había notado y me hace sentido.
Es como si la figura del cantautor se va metiendo más en la montaña.
Sí, creo que “Las huellas” es como un lamento, ahí escribí: un bautizo en lágrimas, una tristeza congénita.
En “Una última cena”, otra pieza llamativa, hay un juego de guitarras al final.
En mis canciones, aparte de naturaleza, hay muchas imágenes religiosas, del cristianismo, pero sí, “Una última cena” es la última canción y tiene que ver con ese escenario: la Última Cena bíblica.
¿Por qué se vincula con esa escena?
Es que la Última Cena es un episodio de traición, bueno, cuando sale a la luz, porque ya la traición estaba. Y es ese último momento de paz entre comillas, antes de que se acabe todo, y es que Judas traiciona a Jesús. Creo que es algo de eso, una ilusión de paz, pero lo que es inminente va a suceder. No sé por qué lo religioso me inspira, la mitología, la simbología, es algo que está muy presente por mi crianza, mi familia es muy creyente.
Letras inspiradoras
“El silencio, el azar / El Infierno, el altar” (“Una última cena”)
Baldini piensa seguir presentando en vivo esta serie de relatos que se hallan en Sueños del monte. El año pasado dio a conocer su producción en el local capitalino La Pared, y está disponible en todas las plataformas digitales.
¿Qué lees?
La poesía
¿Qué autores?
Mientras estaba componiendo y grabando, lo que más leí fueron Las flores del mal, de Baudelaire. También leo sobre mitología griega, romana, y quizás eso tuvo influencia. ¡Ah! Y Rimbaud me gusta bastante.
Los simbolistas franceses
Sí.
¿Por qué te atraparon los poetas románticos?
Baudelaire y Rimbaud creo que por el fuerte simbolismo religioso y mitológico que hay en sus obras.
¿Y los latinoamericanos?
César Vallejo me gusta mucho, Ramos Sucre de acá.
¿Otros venezolanos además de Ramos Sucre?
Cadenas me gusta bastante.
¿Influencias musicales aparte de Spinetta?
Spinetta fue el primero, el que me voló la cabeza. Bueno, ahorita Nick Drake, Silvio Rodríguez.
¿Por qué Spinetta te impactó? ¿Qué encontraste tanto en sus letras como en su sonido?
¡Ah! Bueno, me impactó mucho lo poético en sus letras. Recuerdo que en “A estos hombres tristes”, del primer álbum de Almendra, me gustó mucho que comparara las manos y los pies con el viento y con las plantas. A lo mejor allí fue cuando empecé a recurrir a la naturaleza como recurso literario.
Y en su música, él combinaba bastante el jazz con el rock, y en cada disco de sus bandas siempre tenía, al menos, un tema acústico con arreglos muy bonitos, que casi siempre eran mis favoritos.
¿Elliott Smith?
También. Hay una cantautora, Adrianne Lenker, que es la artista que tengo endiosada. (Es la líder vocalista y compositora de Big Thief)
¿Y venezolanos?
Hubo un proyecto acá, Hotel, me parece increíble lo que hizo, y fue una influencia muy fuerte en Laguna.
¿En qué momento decides mostrar tus trabajos?
Caí en esto de tocar de forma sorpresiva porque Juan Diego, de Mil Ataris, descubrió mi música en Bandcamp y me escribió. Después, conocí a Orlando por él, y con el sello de ellos, Tres Mil, publiqué Laguna.
La portada es muy representativa del contenido: una montaña opaca, como con neblina.
Esa foto la tomé yo. Fue por donde vivo, que hay una zona que es una colina y allí hay una antena gigante y subí a esa zona -Mirador de Los Campitos-, y tomé la foto. Es más oscura y la edité. La verdad es que me gustó.
Me parece que es una buena representación visual del concepto de Sueños del monte, por los colores del atardecer y la textura de la imagen. La edición hace que parezca más una pintura. Creo que eso también contribuye con esa idea de los sueños.

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