El músico venezolano Gustavo Guerrero, radicado en México, visitó su país para ofrecer, por primera vez, dos conciertos con su proyecto personal en El Marchante, en Caracas. Estuvo acompañado de la cantautora mexicana Laura Itandehui. Fue un reencuentro emotivo con su público. Además, adelantó sobre la posible próxima producción y también habló acerca de varios trabajos artísticos

Foto: Chris Mijares
Se baja del taxi con su guitarra en la espalda y junto a la cantautora mexicana Laura Itandehui. La locación prevista para el recital está acondicionada con sillas dispuestas de manera semicircular. No han llegado los asistentes y ya se siente un ambiente acogedor y familiar.
Sigue siendo el mismo músico activo, cercano, sonriente; que ve a su gente, la abraza y le empieza a echar cuentos.
Y el sitio también se presta para ese tipo de encuentros: El Marchante, una quinta espaciosa, donde hay discos de vinilo y un patio trasero que sirve de escenario. Es el lugar apropiado para alguien como Augusto Bracho, un personaje que hipnotiza lentamente. Así como los gurús religiosos, van encantando de uno en uno y, en cuestión de minutos, tienen a toda una congregación a sus pies.
Gustavo Guerrero ha podido darle vida a una de las figuras artísticas venezolanas más singulares de este siglo 21. No ha sido una labor fácil por tratarse de un heterónimo complejo en su forma de pensar y crear, y más cuando se trata de un proyecto diferente a lo que el músico venía haciendo.
El trayecto de este artista es un poco largo y sus comienzos estuvieron marcados por el rock experimental: guitarrista y fundador de Cunaguaro Soul; su paso por Cabezón Key, Monsalve y Los Forajidos, Bacalao Men, y las diferentes colaboraciones con otros músicos.
Luego, su actividad como director musical de Natalia Lafourcade; sus faenas con Julieta Venegas, con el argentino Martín Bruhn y hasta su reciente labor como productor de un álbum de Silvana Estrada.
Y así, la lista de su trabajo musical continúa.

Foto: Chris Mijares
En su tierra natal ya había creado a Augusto Bracho con el EP Primer acercamiento del mito, de 2014. Ahí empezó a dibujar esta ficción. Después, vino el disco Pajarera vertical (2015) con Moisés de Martín, quien es, nada más y nada menos, que otro trovador caraqueño multifacético: José Ignacio «Jonacho» Benítez.
En la capital se presentaron en el marco de un ciclo alternativo itinerante llamado Sincroniciudad, en Los Chorros, en marzo de 2012.
En 2017, Guerrero editó Antología 2, junto a Martin Bruhn. Y en tiempos más recientes, como Augusto Bracho, los álbumes personales Mercado de los corotos (2018) y Música moderna (2022).
Así que este juglar tiene más cosas que contar a sus seguidores a través de Ladosis.
Augusto Bracho fue concebido en Caracas
Sí, antes de migrar de Venezuela, con muchas influencias de muchos músicos de aquí, pues. Tuve las ganas de crear un personaje que se atreviera a jugar con las tradiciones de la música venezolana.
Y latinoamericana
Y latinoamericana en general, pero el principio era como tomar las tradiciones de la música venezolana y utilizar el cuatro para crear un universo medio misterioso, mágico y tener un personaje con el que pudiera emplear esa voz y jugar un poco con eso.
Un ejercicio básicamente lúdico para crear algo nuevo, tener otra voz, otras herramientas para investigar y experimentar con la música a través de eso.
También te nutres de la literatura
Hay de todo, la parte pictórica, literaria, cinematográfica. Recuerdo que estaba leyendo mucho en esa época, antes de irme, a Armas Alfonzo, Eugenio Montejo, retomando a Aquiles Nazoa, los poemas de Andrés Barrios; escuchando la música de los proyectos de Andrés: Tuyero Submarin, que tuvo con Pedro Vásquez, Los Hermanos Naturales; Alzheimer, que es un grupo indispensable de Paul Desenne, Alonso Toro y Pedro Vásquez, todo eso.
Y, sobre todo, lo que me dio más duro a mí fue don Pío Alvarado, porque yo venía del rock, pero cuando escuché a don Pío fue como: ¡ah no!, pero esto también es rock. Y eso fue la punta de lanza de una investigación de muchas cosas, de mucha música; documentales sobre el Carrao de Palmarito, el mismo Bach en Zaraza, que es maravilloso.
Es una teoría de que Bach vino a Zaraza y se enamoró del joropo tuyero y que también hizo mucho de su obra basándose en lo que había escuchado. Es un mito fascinante.
La poesía de Rafael Cadenas, de José Ignacio Benítez, mi amigo con el que también pude experimentar y con quien aprendí y aprendo muchísimo. También trabajando con Bacalao Men me pude rodear de todo el tema salsero, trabajando con Rafael Greco, con Raúl Monsalve, con toda esa gente yo aprendí mucho.
Ellos son prácticamente los responsables de que yo haya tomado de aquí y de allá para crear este personaje.

Foto: Chris Mijares
The Beatles, el germen musical de Guerrero
Es extenso el camino que Gustavo Guerrero ha recorrido y no deja de impresionar a pesar de su juventud, nació el 19 de octubre de 1986. Cuando se sienta a conversar, habla pausado, de la misma forma como canta esos temas sosegados, dándole espacio a cada palabra. Transmite tranquilidad.
Por todas las anécdotas que cuenta, pareciera estar con alguien que ha vivido muchos años y ha estado en varias partes del continente latinoamericano. Así que entrevistarlo resulta una tarea terapéutica.
Ahora nos vamos para atrás. ¿Vienes de una familia musical?
No. En teoría, mi padre es músico, pero yo no me crie con mi padre, cantante de música llanera.
¿Cómo se llama?
Tito Ramón Rodríguez, el “Abogado de la música llanera”, lo llamaban. Pero yo me crie con mi madre, Ana Cecilia Guerrero, periodista, que tiene mucha cultura musical, de quien absorbí muchas cosas, me llevó a muchos conciertos, me regalaba discos, la que me regaló mi primera guitarra.
Ella es la responsable de mi cultura, mis valores, de toda esa vaina. Pero yo no vengo de una familia de músicos.
¿En qué colegios o escuelas estudiaste?
Empecé en la Escuela de Música Pedro Nolasco Colón, en Santa Mónica, pero nunca fui muy disciplinado ni fui bueno con los estudios, siempre fui muy rebelde con la autoridad. El bachillerato lo hice en un colegio, Didáctico Antonio José de Sucre, en Cumbres de Curumo; pero el primer año en el Ramón Pompilio Oropeza, es uno público en San Pedro.
Tu primera formación musical fue en el Nolasco
De música sí, pero en educación empecé a estudiar el cuatro de manera muy informal con un profesor en el Cristo Rey, que fue donde estudié la primaria.
¿Esto sería tu acercamiento inicial a la música?
No lo sé. Mi primer acercamiento a la música fue cuando descubrí unos discos de los Beatles en casa de mi mamá. Ese fue mi primer acercamiento. A los seis años yo descubrí un disco que me voló la cabeza.
¿Cuál fue ese disco?
Una doble recopilación, compuesta por el disco rojo y el azul. Mi mamá los tenía guardados en vinilo, y yo los descubrí y eso fue lo que me dijo: tienes que ser músico, y una guitarra que me compró mi mamá. Entonces, allí empezó todo.
¿En qué parte de Caracas te criaste?
En Santa Mónica. Y luego, tuve un padrino, Mervin Rodríguez, fue director de la Escuela de Estudios Internacionales -Universidad Central de Venezuela-, que vivía en Monte Piedad. Esa familia vivía allí; entonces, yo me iba con mi guitarra, a los once años. Ellos me buscaban en Caño Amarillo y subíamos.
Yo le debo a esa familia descubrir a Jimi Hendrix y a Héctor Lavoe. Ahí mi cabeza explotó. Yo lo único que escuchaba, desde los seis años hasta los doce, era los Beatles, y claro, mi mamá en las navidades ponía gaitas, La Sonora Matancera y eso estaba como en el ADN.
¿Billo?
Claro, Billo, Los Melódicos, lo que escuchaba toda familia venezolana del siglo 20. Y eso cambió mi vida, descubrir a Jimi Hendrix y a Héctor Lavoe. Y después, un amigo muy querido me enseñó a Charly García, entonces, yo descubrí que el rock también podía ser en español. Descubrí a Spinetta, y allí entra toda la curiosidad por Dermis Tatú, Pescado Rabioso, el rock argentino, lo que llamaban rock en tu idioma.
Y después, yo formo Cunaguaro Soul, y bueno, ¿Dónde está el rock en español? Vamos a hacer nosotros nuestro rock.
¿Antes no habías compuesto canciones, durante esa etapa pre Cunaguaro?
No. Había compuesto algo cuando era niño. Le puse una letra sobre la melodía de “Lady Madonna” de los Beatles, cuando murió Lady Di, y compuse una cosa sobre la muerte de ella, cambiándole la letra a “Lady Madonna”, y creo que fue la primera composición.
Pero fue un ejercicio infantil, eso no sé dónde debe estar. Pero todo era los Beatles hasta ese momento que descubrí a Jimi y a Héctor, y empecé a hacer rock más ácido.

Foto: Chris Mijares
Gustavo Guerrero: un personaje peregrino
De manera graneada, los asistentes empezaron a llegar a El Marchante, entre ellos, el padrino que Gustavo Guerrero mencionó anteriormente –Mervin Rodríguez-, junto a esa familia de Monte Piedad, parroquia 23 de Enero.
«Esta es la gente que te mencioné. Fueron ellos los que me enseñaron a Jimi Hendrix y a Héctor Lavoe”, dijo el músico sonriendo, abrazándolos e inundando toda la quinta de su emoción.
¿En qué momento decides crear un personaje?
Lo que pasa es que son muchas cosas, ¿no? Porque en ese momento, en Venezuela había como un auge de muchas bandas, en 2005, 2006. Estaba Tribop, estaban empezando La Vida Bohème, Viniloversus, todo ese circuito increíble de bandas, Monsalve, kRé.
Entonces, yo de repente me vi tocando en un montón de proyectos, como que Cunaguaro no pasó a ser la prioridad, que era mi proyecto personal. Y en un momento, simplemente por cuestiones de necesidad, porque se estaba poniendo la cosa muy difícil y yo no tenía, aunque yo tocara con seis grupos, yo no podía rentar una casa, un departamento con mi novia, no podía hacerlo.
Entonces, para mí fue más fácil mudarme a Argentina a estudiar diseño gráfico y en una fantasía, no sé si fue acertada o no, pero quería estudiar diseño gráfico y abandonar la música, como que me cansé.
-Piensa- ¡Ajá! Me fui a Argentina, pero cuando descubro a Pío Alvarado y toda esa música, justo en ese período antes de irme, digo: bueno, tengo que hacer algo con mis raíces, tengo que entender un poquito mis raíces, lo que significa la música tradicional.
Entonces, digo: va a ser más fácil para mí tener un personaje, crearme una máscara, que ser yo, Gustavo Guerrero, el guitarrista y la cosa. También estaba cansado de tú eres el guitarrista. Mucha gente hacía paralelismos con Cayayo y estaba ladillado un poco de eso, y con mucho honor y agradecimiento, pero yo quería buscar otra voz, que no fuera necesariamente la mía, jugar con eso.
Entonces, allí surge la idea de tener un personaje para experimentar.
Luego, hice el disco con José Ignacio, Pajarera vertical; él se puso también un heterónimo, Moisés de Martín. Entonces, me voy a Argentina. Justo en ese momento, entre Venezuela, Argentina, inclusive México, ese disco se fue haciendo, se cocinó a fuego lento, como decía Juan Carlos Ballesta en un artículo que hizo sobre el disco, y yo me fui para Argentina.
La pasé bastante difícil porque no conseguía trabajo. Lo del diseño gráfico era una utopía para mí, porque yo no podía dejar la música, me deprimí mucho.
Fueron dos años de mucha reflexión, depresión, de adaptarme a la condición de ser migrante, que era nuevo para mí. Nunca había salido de mi país. Y ahí en Argentina conozco a Natalia Lafourcade, me invita a México a tocar y, de repente, mi vida da un giro de ciento ochenta grados y me convierto en el directo musical durante casi siete años.
Después de eso, viajé a España, conozco a Nacho Mastretta, Martín Bruhn, y allí se define el carácter del personaje de Augusto Bracho.
Y luego viene Mercado de los corotos hasta el día de hoy. Estoy abarcando mucho en muy poco (risas).
¿Cómo llegas a ese nombre?
Augusto Bracho es un personaje y una figura lúdica. El nombre es un anagrama de mi nombre Gustavo Adolfo Guerrero García. Mi madre me puso Gustavo Adolfo por Gustavo Adolfo Bécquer.
Y yo de Gustavo Adolfo tomé ciertas letras para construir el nombre Augusto. Ahora, Bracho es un apellido que yo le robo al pintor zuliano Gabriel Bracho. Mi madre tiene un cuadro y su firma es G. Bracho, y yo crecí viendo ese apellido, esa palabra.
Entonces, yo soy Augusto Bracho y el personaje nació en el estado Zulia. Es de Cabimas, se vino a Caracas desde pequeño, después, a México, ha vivido en Colombia, Perú y en muchos lugares de Latinoamérica.
Un personaje nómada
Sí, completamente nómada. Es cabimero, del Barrio Obrero de Cabimas, porque me gusta mucho la gaita del Barrio Obrero.
España también es uno de tus lugares
Desde 2012 he estado viajando, casi que una vez al año, exceptuando la pandemia. Pero España también se ha vuelto como un refugio muy interesante a nivel creativo porque allí viven amigos muy queridos de Augusto Bracho y de Gustavo Guerrero, esenciales, José Ignacio Benítez, Nacho Mastretta, Martín Bruhn, Marina Sorín, Pablo Navarro, que son fundamentales para Mercado de los corotos, que fue producido por Nacho Mastretta.
Él hizo arreglos y le debo muchas cosas. Nacho es un mentor muy importante para mi proyecto. La voz de Augusto Bracho nace en el Café Central de Madrid en 2014, cantando una canción de Nacho Mastretta con la orquesta de él que se llama El Último Habitante del Planeta.
Allí es donde yo descubro la voz de Augusto Bracho, esa noche. Allí es cuando yo digo: ¡claro!, esto es lo que yo quiero hacer. Entonces, a Nacho le debo muchas enseñanzas. Y sigue siendo mi mentor, y a distancia también produjo Música moderna.
El rock como actitud
Esta vertiente musical fue con la que Guerrero creció, se formó, la que le abrió tantas puertas. Cualquiera puede pensar que el cantautor se apartó de esta faceta para ocuparse de su otra propuesta cercana a las tradiciones. Veamos qué dice el músico al respecto.
Música moderna tiene sus particularidades. Sin necesidad de encasillar esta obra, es diferente a Mercado de los corotos. Te centras más en lo acústico, en lo elemental, en algo muy íntimo.
A mí tampoco me gusta encasillar. Es un disco pandémico, nació, se grabó durante la pandemia. Desde la pandemia yo reflexiono mucho más conscientemente sobre mi condición de migrante. Es un disco que tiene como, si hablamos de conceptos, ahora que todo el mundo insiste en hablar de los elementos conceptuales en las obras, básicamente de lo que se habla en ese disco es de la nostalgia por un lugar de origen, en este caso, Caracas y Venezuela.
Sobre todo, Caracas, una ciudad a la que le canto estando en México. Entonces, hay una nostalgia, una añoranza, y la música está muy impregnada de eso. Y eso se construyó desde la intimidad de un cuarto y con la guitarra con la que yo aprendí a tocar, esa es la guitarra con la que se grabó ese disco y con la que doy mis conciertos.
La guitarra que te regaló tu mamá
Sí, es la guitarra que está conmigo desde que tengo uso de razón.
Tienes otros heterónimos
Sí, tengo varios, como Augusto Bracho puedo experimentar, como es muy lúdico. En Primer acercamiento hay varios, Julio Bracho, el hermano de Augusto, que toca ciertos instrumentos. Una de las coristas es Romelia Granados, Mayuya. Son personajes.
En algún momento tuve la idea de sacar discos para cada personaje, pero es un trabajo arduo. Tendría que vivir en la época de Fernando Pessoa para tener tantos heterónimos -risas- y poder hacer una obra muy vasta de cada heterónimo. Y estos tiempos son bastante complicados como para hacer algo con tanto arte como Pessoa. Por ahora, me conformo con Augusto Bracho.
En ese EP hay más personajes con nombres picarescos: Arepasucia, Serafín, entre otros
¡Así es! (risas).
José Ignacio Benítez dijo en una entrevista, también para Ladosis, que hay la posibilidad de retomar el proyecto Augusto y Moisés
No lo sé, siempre es una posibilidad. José Ignacio es un hermano, siempre que pueda compartir con él, lo hago. Un día de compartir con José es como décadas de aprendizaje. Es un sabio, es un poeta, es un artista, en toda la extensión de la palabra. Siento un amor por él por lo que representa.
Muy poca gente lo conoce realmente. Es un tipo muy noble, muy generoso, y siempre va a estar presente en cualquier proyecto que yo haga. Estemos o no en el mismo espacio, o la música esté o no relacionada directamente.
Siempre que nos vemos la creatividad florece, es una celebración constante. No puedo definir si vamos a hacer un álbum. Siempre estamos creando vainas cuando estamos juntos. Pasa que la distancia dificulta.
Antes, en Caracas, él me pasaba buscando o yo lo visitaba donde vivía, en Baruta. Después, vivió a las afueras de Caracas y nos íbamos a ensayar en el parque El Morichal. El disco de Augusto y Moisés nació en este parque. Llevábamos ideas, musicalizamos letras. Esa posibilidad está allí latente.
¿En algún momento has pensado en retomar el rock como antes, formando alguna banda?
Fíjate tú, ¡qué interesante tu pregunta!, porque para mí Augusto Bracho es lo más rock que he podido hacer. Yo siento que estoy más cerca, como decía Alfredo Escalante, el blues, el rock es una manera de sentir.
Así que para mí tocar “El rey del pecado frito” o “Coplas oaxaqueñas”, cuando las toco en directo, yo siento que estoy teniendo la misma satisfacción y puedo expresarme de una manera igual de rebelde, igual de impetuosa, que cuando yo hacía un solo de guitarra de ocho minutos con Cunaguaro.
Para mí no hay diferencia. Entonces, que yo esté considerando volver al rock no entra dentro de mi filosofía de vida, porque para mí yo estoy más cerca del rock con lo que hago con Augusto que con lo que hice antes.
Que retome la guitarra eléctrica y la distorsión y haga solos pentatónicos como en el rock and roll, no lo sé, de repente, siempre está allí. La guitarra eléctrica está guardadita y la toco de vez en cuando o en colaboraciones. Es como volver a una antigua casa, que conoces los espacios, la ventana, por donde entra la luz, eso está allí.
Pero cuando escribo una nueva canción de Augusto Bracho y le doy toda esa impronta, y esa locura y juego, para mí allí está el rock; está más que presente. Todo forma parte de lo mismo
Vienen más producciones
Como todo creador inquieto, Gustavo Guerrero está trabajando en lo que serán sus siguientes grabaciones. Tiene un puñado de canciones e ideas que giran en torno a diferentes corrientes sonoras. Como antes señaló, su gusto musical es muy amplio. Pero también tiene sueños y entre ellos están unos cuantos artistas con los que le gustaría compartir profesionalmente.
Después de Música moderna, por supuesto que vienen otros discos
¡Sí, claro!, vienen varios. Viene un disco que se está enfocando más en la palabra. En Mercado de los corotos hay mucha abstracción, experimentación, juegos con simulaciones, con equívocos, transgresión de tradiciones; pero el próximo viene más enfocado en la palabra, usando ciertos elementos más percusivos.
Y luego, hay un intento, ya estoy componiendo, tengo varias piezas, quiero hacer un disco en torno al vallenato, que es un género que me gusta mucho. Entonces, jugar con ese género, que es patrimonio, pero aquí también, en Venezuela, se escucha vallenato.
Sí, aquí se oye incluso más que la cumbia
Cierto, aquí la cumbia no es tan popular. Es verdad lo que dices. Es interesante. Para mí también el vallenato es romper un paradigma y meterme con un género que me llama mucho la atención.
Y luego, está una idea, que es un sueño, poder hacer un disco de música infantil, que es un proyecto muy difícil porque siento que es algo -piensa-, porque hacerle música a los niños son palabras mayores, porque son los sabios. Entonces, ¿Cómo tú llamas la atención de un sabio? Es tremendo.
Es un desafío
Es un gran desafío, pero me gustaría hacer eso y meter a Laura Itandehui, que tiene como esa idea, de hacer cosas con ella. Andrés Barrios, Nacho Mastretta, involucrar a amigos, a más gente para hacer eso.
Me vino a la mente Daniella Barbarito
Daniella es tremenda y la admiro mucho. Yo me siento muy identificado, porque siento que Augusto Bracho hubiera querido hacer cosas como las que hace Daniella, pero bueno, su universo femenino es inabarcable, es muy misterioso y muy místico. Claro que me encantaría contar con ella, por supuesto. Y luego está una parte que acabo de empezar a explorar que es la de hacer bandas sonoras para películas.
Justo te iba a preguntar sobre esa faceta
Acabo de hacer la música del primer largometraje de mi hermano del alma, que es Jorge Saim Hostos.
¿Todavía no se puede decir el nombre de esa película?
¡Coño!, no se puede revelar, ¿sabes? Ese mundo es complicado.
¿Toda la banda sonora completa?
Sí, incluso la música incidental, ya la película está. Ojalá que se estrene este año.
Así que el concepto del próximo álbum es la palabra cantada con elementos percusivos
Sí, es más minimalista con sus espacios, con arreglos vocales; no te adelanto mucho porque está en ese proceso. Probablemente, el próximo disco va a ser éste. Porque, fíjate, entre tanto ruido la música popular está pidiendo a gritos espacio, transparencia, porque hemos tenido demasiados estímulos, todo es sobreproducido, muy producido, todo es avasallante.
Entonces, creo que la música popular pide pocos elementos. Para mí la persona que ha sabido llevar ese principio es Laura Itandehui con su canción “Yo no necesito de mucho”, que es una voz y una clave.
Por eso, la canción resuena tanto en la gente, porque la gente se siente, como dicen en México, apapachada. Porque es una voz dulce que te remonta a tus ancestros, a la canción de cuna, una voz que te arrulla. Estamos muy recargados. Yo quisiera explorar más ese escenario.
“Robarle a la tradición”
El viernes 19 fue la primera presentación de Augusto Bracho con algunos invitados como Los Hermanos Naturales. El patio de El Marchante se llenó, y de igual forma pasó el sábado 20.
Esta segunda noche llegaban varios músicos, entre ellos, Emiliano Montes, ex Palmeras Kaníbales; Loocila, más tarde apareció José Luis “Cheo” Pardo, quien visitaba Caracas, entre otros creadores en general. Resultaba difícil que cada asistente no conociera a alguien. Era una gran reunión de amigos.

Foto: Chris Mijares

Foto: Chris Mijares
¿Hay géneros o instrumentos venezolanos y latinoamericano que quisieras explorar?
¡La bandola llanera! Mira se me pone la piel de gallina solamente mencionarla -dice mientras se ve el brazo-. Imaginarme el bordoneo de ese instrumento que es tan mágico como el bordoneo de un arpa, pero todavía más efusivo, más directo.
Otro instrumento es el cinco y medio larense, que lo usan en el tamunangue, que es como el bajo del tamunangue, ¡esa vaina me encanta! Y luego, latinoamericano, el pandeiro brasileño, ya con eso tú armas una rumba.
Ya te metiste en el mundo cinematográfico. Ahora, en el terreno literario, ¿has pensado en publicar poemas, cuentos o algo parecido?
Me encantaría. Yo, la verdad, soy torpe con eso. Soy muy respetuoso con la gente que lo hace maravillosamente, y es delicado para mí. Yo escribí un poemario para ganarme un premio en México, por pura necesidad, pero no gané. Y bueno, las letras de mis canciones no son poemas, pero yo trato de jugar a la idea de, por lo menos, estimularme en el pequeño poema que voy a ponerle música (risas).
Y tuve la inmensa fortuna de contar con la tutoría de un poeta maravilloso que se llama Igor Barreto, que me tutoró varias de las letras del próximo disco y varias de las letras de Música moderna. Y contar con la ayuda de José Ignacio también, que me dio muchos consejos, muchas luces, porque yo lo considero un poeta mayor.
Entonces, aprendí mucho con José Ignacio, entendí la estructura, la cuestión de la imagen y aplico esas herramientas, pero no me considero poeta. En todo caso, me gusta estar en la poética de las cosas, estar observando las cosas. Pero hay gente que sí es poeta, pues.
¿Hay músicos con los que te gustaría trabajar en algún momento, venezolano, latinoamericano, del mundo?
Hay muchos -piensa-. Mira, me hubiese encantado, te voy a hablar en pasado. Es un pasado que lamento todos los días, me hubiese encantado con Paul Desenne, que lo tengo presente. Con Andrés Barrios. Me encantaría, aquí soñando, trabajar con Gilberto Gil, Rubén Blades. Y de cerca, no sé, Mario Díaz, mi amiga Mariángeles Pacheco le hizo un documental. Tanta gente.
¡Por supuesto!, son figuras como tótem, que hasta les tienes miedo. Con Paul me pasaba un poco lo mismo. Yo le escribí a Paul cuando hice “Primer acercamiento”, yo se lo mandé, y lo escuchó y le gustó, y eso fue ¡guao!
Pero lo admiro mucho, yo leía mucho lo que él escribía y una de las cosas que me resonaba de su filosofía era: hay que robar, hay que robarle a la tradición, hay que hacer cosas nuevas con eso, no hay que tenerle miedo a la tradición, no hay que ser purista.
Hay que agarrar el golpe tuyero, transgredirlo y hacer algo nuevo, y eso es fundamental para mí dentro de la filosofía de Augusto Bracho. Y eso también lo hacían Bob Dylan, Tom Waits, los Beatles, y mucha gente. Para mí eso es una escuela.
¿De los mandolinistas?
¡Coño, la mandolina es bella! ¿Cómo es que se llama este muchacho?
Jorge Torres
¡Es una maravilla! Y hay tanta gente con la que me gustaría trabajar, con El Guajeo. Decirle a Alfredo: vamos a hacer música nueva, original, salsa del siglo 21. Yo lo admiro, cuando vine, lo vi en El Marchante con el maravilloso Edgar Dolor. Eso me encantaría, pero son sueños. Atrévete a soñar -sonríe-.

Foto: Chris Mijares
Así ven a Augusto Bracho
“Considero que su obra es significativa porque él lleva hacia el minimalismo una cantidad de géneros latinoamericanos, que no es para nada fácil llevarlos a la guitarra y la voz o al cuatro y la voz. Y él ha hecho de su personaje un exponente dentro de este minimalismo y la música latinoamericana y, además de eso, haciendo una mezcla muy interesante con el humor, con nuestra picardía caribeña.
Se ha llenado de muchas cosas pintorescas para enriquecer su vocabulario y en la manera de interpretar. Yo lo asocio al mundo fabuloso. Ha hecho como una ecuación bien particular en la que se proyecta una gran fuerza, personalidad a la hora de interpretar. Es un artista íntegro”. (Rafael Greco, músico, cantautor, productor y arreglista que ha trabajado en numerosas propuestas, incluyendo a Guaco)
“Antes de la palabra fue el sonido. Pero cuando el sonido conoció la palabra, se volvió música. Desde allí surge la capacidad de conectar con los otros, y consigo mismo, como una de las mayores apuestas creativas de cualquier artista. Creo que Gustavo Guerrero, o lo que es Augusto Bracho, expresa una gesta, casi heroica, musical venezolana. Poseedor de una obra llena de referencias y exploraciones que mezclan, de manera muy fluida, lo culto y virtuoso con lo popular y folclórico venezolano y latinoamericano”. (Deisa Tremarias, escritora)
“Es una persona con una madurez artística y musical impresionante. Es alguien que estaba destinado a saber lo que quería. Hasta el día de hoy me ha influido mucho. Tengo ganas de tocar con él otra vez. Hay algo curioso y es que ambos nos hemos afincado en la búsqueda de la música tradicional venezolana. Hay un respeto y una búsqueda de una energía originaria. Y cuando escucho lo que hace, siento que hay una fibra en la que estamos apuntando”. (Raúl Monsalve, bajista, compositor y productor, ex kRé, Cabezón Key, Supremo Hongo Imaginario, Monsalve y Los Forajidos, entre otros; ahora de Insólito UniVerso y más proyectos)
«El arte de Augusto Bracho nos aporta alegría de vivir, como toda la buena música,
cuando le prestamos atención y la disfrutamos». (Nacho Mastretta, músico y productor español)
“El aporte de Augusto es único en la medida de que no responde a otra cosa que a su necesidad de decir lo que dice, cantar lo que canta y crear lo que crea desde la honestidad más visceral. Su compromiso es consigo mismo y, por ende, con su arte. Todo lo demás es irrelevante. Ver y escuchar a Bracho es verdad de la buena”. (Joe Torres, cineasta)
“La obra de Augusto es una invitación a la belleza creadora. Desde su particular manera de mirar y de vivir el mundo, se generan estímulos que reverberan, que acompañan y que motivan. Su música nos aleja del análisis, dejándolo todo a la miríada de emociones que evocan”. (José Ignacio Benítez, cantautor, escritor y productor)

Foto: Chris Mijares
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